Muchas veces hemos tenido malos sueños o pesadillas de las que despertamos con una sensación de pesadez o hasta miedo, y sentimos como si fuera premonitorio de algo malo que nos pasará a lo largo del día, tanto así que nuestro día se convierte en una espera de eso malo que nos ocurrirá y, pues, termina pasando, o no, pero de igual manera asociamos cualquier evento negativo a este sueño y tenemos una anécdota mala para contar.
A esto se le llama predisposición y suele suceder de forma muy común.
Es cierto que muchas veces Dios nos habla por medio de los sueños. El los usa para advertirnos, avisarnos o prevenirnos, nunca para crear inseguridad o hacernos sentir predispuestos a sufrir algo (Mat. 2:12).
Existen muchas posibilidades de desencadenar malos sueños o pesadillas; una comida pesada, una mala posición al dormir, una película que vimos, entre otras, son factores que pueden generar estos malos sueños, logrando convertir nuestro despertar en algo pesado y, en ocasiones, desagradable, haciéndonos pensar en la posibilidad de cosas malas durante nuestro día. Pero, ¿es esto lo que quiere Dios?, indudablemente no. El desea que nuestros días sean buenos. Cada día tiene su afán o su mal (Mat. 6:34), pero no es la totalidad de nuestro día. El quiere que vivamos nuestros días en su presencia, y no hablo de internarnos en monasterios o algo parecido, sino de saber cuál es su propósito para este día y llevarlo a cabo.
Dios no busca que seamos infelices o que llevemos una vida de "sacrificio" continuo, sino una vida que le agrade (Heb. 13:16). Los problemas e inconvenientes han de venir pero, de eso se trata, eso quiere Dios: vernos resolviendo estos inconvenientes tomados de su mano, bajo su guía y consejo (1Jn. 2:17)
No podemos permitir que un mal sueño determine el rumbo de lo que puede ser un gran día y lo convierta en una pesadilla. Recuerda: si El es contigo ¿quién contra ti? (Rom. 8:31).
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