Apresurarse es normal hoy día, hacerlo todo de afán, hacerlo rápido y bien, no con excelencia como para Dios, un "bien" es suficiente para nosotros porque "Dios sabe que tenemos otras tantas cosas por hacer". Y tal vez nuestro Señor en su infinita misericordia permita ese "bien" pero la vida no es misericordiosa y mucho menos amable cuando de decisiones tomadas a la ligera se trata.
Piensa: si tu jefe o profesor no acepta cosas hechas con mediocridad y a la ligera, ¿por qué Dios ha de aceptarlas?; todo sucede es en nuestra mente, si, porque como nuestro Dios no nos hace mala cara o muestra su disgusto con un grito o un tremendo regaño, pues se nos hace fácil pensar que le parece bueno y agradable las nimiedades y mediocridades que hacemos.
Afanarse nunca ha sido bueno, aún cuando tomas una decisión apresurada y el resultado te parece bueno, piensa en la misericordia de Dios y en su palabra cuando dice que "todas las cosas obran para bien en los que le aman"(Rom. 8:28). Por favor no confundas el arriesgarse con afanarse, el riesgo incluye una palabra o promesa de Dios dada con antelación que te impulsa a hacer algo; el afán te lleva a creer en tus propias ideas y pensamientos y muchas veces, al fracaso (Jer. 17:9).
Debemos pensar en toda posibilidad frente a la toma de una decisión, cuando Dios te dice que lo hagas, tus probabilidades de error dependerán del cumplimiento cabal de lo que te ha dicho que hagas, es decir si haces lo que El te pidió o prometió: no hay falla, si te pasas de listo, pues hay consecuencias. El juego cambia radicalmente cuando tu eres quien te impulsa, ignorando aún los avisos de Dios (Prov. 14:14-16), tus probabilidades de fallar aumentan de forma radical y el final, generalmente, es decepcionante.
¡A nuestro Dios le importa nuestra vida y aquello que hacemos! Nosotros como sus hijos debemos buscar hacer las cosas y tareas de corazón para Él, aun las más pequeñas o aquellas que a nuestros ojos son insignificantes. Recordemos que a Dios también le importa dónde vamos, Su compañía y presencia es constante. Qué hacemos con nuestro tiempo le importa, porque es la inversión más grande de la vida. A dondequiera que vayamos, cualquier cosa que hagamos, debemos hacerlo todo en el nombre de Jesús. Aquello secular que hacemos debe ser santificado para que Jesús sea glorificado en todo. Todo cuanto hacemos puede ser hecho de corazón, en gratitud y puede ser algo que lleve adoración a Él. Memoricemos en este versículo que nos ayuda: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”. (Colosenses 3:17)
Pedro obró de manera impulsiva para defender a Jesús (Jn. 18:10) pero el mismo Señor lo detuvo y le reconvino. Hoy toma esta lectura como una reconvención del Señor, una alerta para que examines tu camino, hagas una evaluación y tomes una determinación: si estás haciendo lo que Dios te ha pedido y vas conforme a su palabra, sigue; si aún teniendo promesa y palabra no los has hecho, pues ¡hazlo!; si tienes palabra y promesa pero te desviaste, detente y retoma; pero si no tienes palabra, no te ha sido prometido, si aún tus padres, amigos y conocidos, y más importante, Dios te ha dicho no: ¡detente!, examina tu camino, tus pasos, busca el consejo del sabio, del poderoso, de aquel que sabe y conoce tu trasegar. No rechaces su corrección y actúa sabiamente: no te afanes.
Proverbios 19: 2-3: No es bueno actuar sin pensar;la prisa es madre del error. El tonto fracasa en todo, y luego dice: «¡Dios tiene la culpa!» (TLA)
Piensa: si tu jefe o profesor no acepta cosas hechas con mediocridad y a la ligera, ¿por qué Dios ha de aceptarlas?; todo sucede es en nuestra mente, si, porque como nuestro Dios no nos hace mala cara o muestra su disgusto con un grito o un tremendo regaño, pues se nos hace fácil pensar que le parece bueno y agradable las nimiedades y mediocridades que hacemos.
Afanarse nunca ha sido bueno, aún cuando tomas una decisión apresurada y el resultado te parece bueno, piensa en la misericordia de Dios y en su palabra cuando dice que "todas las cosas obran para bien en los que le aman"(Rom. 8:28). Por favor no confundas el arriesgarse con afanarse, el riesgo incluye una palabra o promesa de Dios dada con antelación que te impulsa a hacer algo; el afán te lleva a creer en tus propias ideas y pensamientos y muchas veces, al fracaso (Jer. 17:9).
Debemos pensar en toda posibilidad frente a la toma de una decisión, cuando Dios te dice que lo hagas, tus probabilidades de error dependerán del cumplimiento cabal de lo que te ha dicho que hagas, es decir si haces lo que El te pidió o prometió: no hay falla, si te pasas de listo, pues hay consecuencias. El juego cambia radicalmente cuando tu eres quien te impulsa, ignorando aún los avisos de Dios (Prov. 14:14-16), tus probabilidades de fallar aumentan de forma radical y el final, generalmente, es decepcionante.
¡A nuestro Dios le importa nuestra vida y aquello que hacemos! Nosotros como sus hijos debemos buscar hacer las cosas y tareas de corazón para Él, aun las más pequeñas o aquellas que a nuestros ojos son insignificantes. Recordemos que a Dios también le importa dónde vamos, Su compañía y presencia es constante. Qué hacemos con nuestro tiempo le importa, porque es la inversión más grande de la vida. A dondequiera que vayamos, cualquier cosa que hagamos, debemos hacerlo todo en el nombre de Jesús. Aquello secular que hacemos debe ser santificado para que Jesús sea glorificado en todo. Todo cuanto hacemos puede ser hecho de corazón, en gratitud y puede ser algo que lleve adoración a Él. Memoricemos en este versículo que nos ayuda: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”. (Colosenses 3:17)
Pedro obró de manera impulsiva para defender a Jesús (Jn. 18:10) pero el mismo Señor lo detuvo y le reconvino. Hoy toma esta lectura como una reconvención del Señor, una alerta para que examines tu camino, hagas una evaluación y tomes una determinación: si estás haciendo lo que Dios te ha pedido y vas conforme a su palabra, sigue; si aún teniendo promesa y palabra no los has hecho, pues ¡hazlo!; si tienes palabra y promesa pero te desviaste, detente y retoma; pero si no tienes palabra, no te ha sido prometido, si aún tus padres, amigos y conocidos, y más importante, Dios te ha dicho no: ¡detente!, examina tu camino, tus pasos, busca el consejo del sabio, del poderoso, de aquel que sabe y conoce tu trasegar. No rechaces su corrección y actúa sabiamente: no te afanes.
Proverbios 19: 2-3: No es bueno actuar sin pensar;la prisa es madre del error. El tonto fracasa en todo, y luego dice: «¡Dios tiene la culpa!» (TLA)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentar es Bendecir.