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Decepción.

Es más que una palabra dura y cruel cuando tu la pronuncias, pero cuando viene de alguien a quien le has fallado, se torna en un sentimiento insoportable, desagradable y lleno de tristeza.

¿Cuántas veces nos hemos sentido decepcionados?. Nuestros padres, hermanos, amigos, nuestros pastores, autoridades y demás personas habrán podido producir esa amarga sensación producida por esperar y alguien sea o haga aquello que no logró (Jer. 17:5). Ese sentimiento cruel, es muy difícil de superar para nosotros. Solemos sobreponernos sólo después de algún tiempo y luego de sentir mucha rabia, enojo, amargura y hasta odio. Sin Dios ese proceso se puede extraviar y la tan anhelada libertad puede nunca llegar. Más para quienes tenemos al Señor, este proceso se puede acelerar; si, sentimos el  mismo dolor y amargura, pero tenemos a alguien que nos puede dar paz en medio de la tormenta (Sal. 23:1-2).

Ahora, ¿has pensado en quienes tu has decepcionado?...ahhhhh. Es que siempre será más fácil para nosotros pensar en nosotros mismos como las víctimas, pero considerarnos victimarios, eso jamás. Piensa en todas las excusas inventadas, en todas las mentiras que dijiste, en todo el dolor causado por tus fallas, en las decepciones de las cuales has sido el protagonista principal. De todas las personas que te rodean, por lo menos, a alguna, has decepcionado. Sean familiares o no , han sentido la misma tristeza experimentada por ti, al vivir la decepción, sólo y en este caso tu has sido quien la provocó.

Pero no todo son malas noticias. ¿Alguna vez has pensado y pudiste haber decepcionado a Dios?, si has pensado que si, pues las noticias mejoran, porque a Dios nunca nadie lo podrá decepcionar. ¿Por qué?. Piensa: Dios es omnisciente, es decir, lo sabe todo. El tiene el conocimiento del presente, pasado y futuro de toda persona en este mundo, El sabe el resultado de todas las decisiones que puedes tomar durante toda tu vida. Le podrán agradar o desagradar, puedes alegrar o entristecer su corazón pero no lo podrás decepcionar. El no espera nada más de ti de lo que El sabe y tú puedes dar. El te conoce, te hizo y sabe de lo que eres capaz (Sal. 139).

Entonces: te han decepcionado, tu has decepcionado, a Dios nadie le puede decepcionar... ¡Eureka!, mientras a la persona más importante del universo no hallas decepcionado, entonces lo demás tiene arreglo.

Recuerda: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad (Lam. 3:22-23).


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