1ª Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. La verdadera y sincera confesión de nuestros pecados implica la decisión de no seguir pecando, de no continuar errando y cometiendo el mismo pecado. No confesamos genuinamente nuestros pecados delante de Dios si planeamos cometer el pecado otra vez y buscamos un perdón temporal. Debemos orar pidiendo fortaleza para derrotar a la tentación la próxima vez que aparezca, además, siempre es bueno llevar cautivo todo pensamiento de tentación y pecado; a la obediencia de Cristo.
Según la narrativa del libro de Job, en medio de todas las acusaciones de los amigos, Job fue capaz de declarar que su conciencia estaba limpia. Sólo el perdón de Dios y una auténtica determinación para vivir una vida recta delante de Él, pueden producir una conciencia limpia. Cuán importante llegó a ser su hoja de vida cuando estaba siendo acusado.
Al igual que Job, no podemos declarar que no hay pecado en nuestra vida, pero sí podemos declarar que tenemos vidas perdonadas. Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, somos perdonados y podemos vivir con conciencias redimidas y transparentes; por la gracia de Dios en Cristo.
La confesión a Dios de nuestros pecados, tiene el propósito de librarnos para que disfrutemos de la comunión con Cristo. Esto debiera darnos tranquilidad de conciencia y calmar nuestras inquietudes. Pero muchos cristianos no entienden cómo funciona esto. Se sienten tan culpables que confiesan los mismos pecados una y otra vez, y luego se preguntan si habrán olvidado algo. Es muy necesario que entendamos, los creyentes, que los pecados cometidos antes de venir a Jesucristo no deben involucrarse con los pecados que cometemos estando ya en la fe de Jesucristo. Porque si usted y yo, reconocemos que, cada día pecamos delante de Dios y confesamos nuestro pecado, el único fiel y justo Jesucristo perdonara nuestros pecados y procederá a limpiarnos de toda maldad.
Autor: Lizardo Coronel.
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