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¿Y mi recompensa?

Esta historia puede encaminarte: "La única vez que estuve en el cuadro de honor fue en el séptimo grado. La razón por la cual no lo había hecho antes ni lo volví a hacer después es que no me interesaba. Si dices, que debería de haberme interesado, tienes la razón, pero en aquel entonces no me importaba. Lo único que yo quería era pasar por la escuela. Por otra parte, mi hermana mayor siempre estuvo en el cuadro de honor y le encantaba mostrarle a mi papá su boleta de calificaciones. Esto normalmente me metía en apuros ya que mi boleta salía al mismo tiempo que la de mi hermana y mi papá decía, “¿Garry, dónde está tú boleta?” Entonces tenía que encontrar mí boleta y enseñársela a mí papá con mi hermana parada atrás de él mientras él me reprendía. 

Lo que me motivó a quedar en el cuadro de honor aquella vez en séptimo grado fue que dos niñas se habían burlado de mis calificaciones. Ellas habían quedado en el cuadro de honor ese semestre y se estaban felicitando cuando decidí unirme a la conversación. Yo dije, “Yo podría quedar en el cuadro de honor si yo quisiera, solo hay que estudiar.” ¡Ellas se detuvieron, me miraron y empezaron a reírse fuertemente y se fueron! Yo pensé, “Ellas realmente creen que soy tonto.” ¡Yo decidí que en esta ocasión haría mi mejor esfuerzo para quedar en el cuadro de honor!

El siguiente semestre en mi primer examen me saqué una B lo cual me molestó bastante porque pensé que con todo ese esfuerzo de seguro me sacaría una A+. En eso me sobrevino un pensamiento aterrador, “¡Quizá de verdad no lo puedo hacer!”Estoy feliz que en mi segundo examen saqué una A, de otra manera quizá me hubiera dado por vencido. Por cierto, me fue necesario alejarme de mis amigos y sentarme hasta el frente de la clase porque mis amigos echarían relajo y no podría escuchar. Esto resulto en un poco de persecución. “¿Intentas ser el preferido del maestro?” “¿Te crees mejor que nosotros, verdad?” De hecho la respuesta era “no” a las dos. Yo solo quería quedar en el cuadro de honor. La Biblia nos dice que nos estamos engañando a nosotros mismos si creemos que nuestras amistades incorrectas no afectarán nuestra vida cristiana (1 Corintios 15:33). 

Cuando salió mi boleta, yo ya sabía que quedaría en el cuadro de honor porque le había preguntado a cada maestra. Mis viejos amigos tenían mirada enferma al recibir sus boletas y yo no pude evitar reír porque yo conocía ese sentimiento. Hice dos cosas con esa boleta. Primero, encontré a las dos niñas que se habían reído de mí. Me dirigí directamente a ellas y les puse mi boleta en la cara y les dije, “¡Esta es mi boleta!” Vieron mis calificaciones con incredulidad, entonces me reí fuertemente y me fui. Segundo, me fui a mi casa y esperé a mi papá sentado en la terraza delantera. Mi hermana llegó a casa y quería saber porque estaba esperando afuera y yo le dije, “Ya verás.” Cuando mi papá llegó a la casa, le puse mi boleta en la cara y le dije, 

       “Mira, papá”

       Se quedó viendo la boleta un momento y preguntó, “¿Es de tú hermana?”

      “No, ¡es mía!”

El bajó su lonchera y empezó a leer mis calificaciones en voz alta, y después dijo,“¡Estoy orgulloso de ti!” y agregó “Supongo que sacarás calificaciones como estas de aquí en adelante, ¿verdad?” Sólo encogí los hombros. La razón por la que cuento esta historia es porque nuestras boletas estarán en el cielo. Algunos recibirán “oro, plata y piedras preciosas” y otros "madera, heno, y hojarasca" (I Corintios 3:12)

Todos queremos recompensas pero pocos desean pagar el precio por obtenerlas, la gracia de Dios es una cosa, las recompensas son otras y nadie obtendrá recompensa si de su vida no se obtienen frutos. Y tu ¿esperas obtener sin dar nada a cambio? Lee: Lc 19: 10-27.

*Historia tomada de:aquí


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