Basta con dar click en un link dudoso, teclear una dirección que nos llevará a un sitio de "placer", decir una vana palabra o un insulto; es tan sencillo como seguir el trasero de una hermosa y llamativa mujer con tus ojos "consagrados", es tan fácil cuando estás sol@ en tu habitación...es tan simple como respirar.
Desde que nacimos, estamos contaminados con el pecado, lo traemos en la sangre y casi de manera "instintiva" somos proclives a cometerlo. Mira a un niño pequeño: tu no debes enseñarle a golpear, a hacer berrinches o ser envidioso, lo trae de fábrica, antes bien debes procurar enseñarle a compartir, ser educado, amable, cariñoso, etc. El pecado hace parte de nuestra vida, y por eso Dios nos manda a apartarnos de el. Nuestro Señor sabe que separarnos por completo es imposible, mientras estemos en esta vida, por eso solamente nos da la indicación de apartarnos, de huir de el porque siempre, lo quieras o no ahí ha de estar.
Pecar es fácil y hasta agradable, nunca piensas: ¡ay que asco, voy a pecar!, y esto es porque tampoco tomas en cuenta las consecuencias venideras, los posibles males acarreados a ti mismo o a terceros (2 Ped. 2:19).
Debes saber cuál ha sido el precio pagado por tu pecado: la vida del hijo de Dios, toda su sangre derramada para que tu vivieses y... ¿peques?. ¡Claro que no!, Dios no envió a su unigénito para darle a este mundo carta blanca y se pueda hacer lo que se nos antoje. El murió, si por todos nuestros pecados, pero no para que siguiéramos pecando (2 Cor. 5:17).
Sí, pecar es fácil, sí, viene en nosotros (Rom. 3:23), sí, lo haremos hasta nuestro último día (1 Jn. 3:2), pero también hemos de saber que nuestro esfuerzo por ser mejores cada día, por entender la lucha en la cual vivimos y por parecernos cada día mas a nuestro Señor y Rey: Jesús, traerá sus frutos; podremos ser testigos de familias mejores, padres amorosos y respetuosos, hijos obedientes y juiciosos... seremos esa novia limpia, sin mancha que Nuestro Señor espera.
Debes saber cuál ha sido el precio pagado por tu pecado: la vida del hijo de Dios, toda su sangre derramada para que tu vivieses y... ¿peques?. ¡Claro que no!, Dios no envió a su unigénito para darle a este mundo carta blanca y se pueda hacer lo que se nos antoje. El murió, si por todos nuestros pecados, pero no para que siguiéramos pecando (2 Cor. 5:17).
Sí, pecar es fácil, sí, viene en nosotros (Rom. 3:23), sí, lo haremos hasta nuestro último día (1 Jn. 3:2), pero también hemos de saber que nuestro esfuerzo por ser mejores cada día, por entender la lucha en la cual vivimos y por parecernos cada día mas a nuestro Señor y Rey: Jesús, traerá sus frutos; podremos ser testigos de familias mejores, padres amorosos y respetuosos, hijos obedientes y juiciosos... seremos esa novia limpia, sin mancha que Nuestro Señor espera.
Pecar es fácil, ya lo dice la Biblia: porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella... pero también dice: el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza. Esfuérzate, se valiente, levántate del pecado que hasta hoy te ha asediado y lucha todos los días de tu vida por erradicarlo hasta y en tu último momento en esta tierra puedas exclamar como Pablo: He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe.
Lee: Heb. 12:1-2 y 1 Jn. 2:15-17.
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