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Dios: único juez.

Todos hemos sentido el dolor del señalamiento y enjuiciamiento, y muchas veces hemos sido nosotros quienes han levantado su mano para acusar y señalar a otros, pero tanto ellos como nosotros hemos olvidado que hay un único juez que decidirá todo por nosotros, El ha de declarar justa tu causa o decidir si eres culpable, mas en ningún caso ha llamado a alguien a juzgar las motivaciones de otro, al hacer o no hacer esto o aquello (Is. 33:22). Todo esto observado dentro del ámbito congregacional.

Basta con ver el ejemplo el libro de los Jueces, antes de que el Señor decidiera imponer reyes (también por petición del pueblo necio), como estos llamados jueces imponían el orden mediante la sabiduría que el Señor les daba, pero el pueblo, necio y "olvidadizo" se iba tras otros dioses prostituyéndose así delante del Señor (Juec. 2:18-19). Hoy Dios no tiene ya mas jueces pero si ha impuesto autoridades, tanto seculares como espirituales, y son quienes nos guían, nos guste o no, en nuestro diario vivir. Pero como el pueblo de Israel, somos necios, arrogantes y testarudos, siempre buscamos hacer nuestra propia voluntad, siguiendo nuestros deseos y propios pensamientos, pasándonos por alto aún a la palabra de Dios (Prov. 12:15). No quiero decir con esto que los pastores hoy día ejerzan como jueces, de ninguna manera. Son guías y debemos escucharlos, pero no pueden ejercer el juicio que le corresponde solo a Dios.

Sé que Dios nos puso en esta tierra para sojuzgarla, pero eso no incluye a nuestros semejantes. Debemos recordar que El nos hizo iguales a todos, a su imagen y semejanza, aunque diferentes, ante sus ojos todos somos iguales. 

¿Por qué entonces he de señalar e injuriar, por qué he de herir y maltratar?, si hay quien piense diferente, bendito sea, y Dios entre a juzgar sus pensamientos y deseos, nosotros examinaremos sus dichos a la luz de las escrituras y que sea Dios mediante ellas hablando de su aceptación o rechazo, nunca nuestro propio entendimiento o ideas nacidas de nuestro engañoso corazón (Sal. 119:160).

Si has sido víctima de jueces implacables que han dicho: tu causa no es justa, tranquilo, mientras tu corazón sea sopesado por el justo juez, Jesús, no debes temer a juicios proferidos por hombres arrogantes y hasta ignorantes (Sal. 43:1). Recuerda: toda autoridad es impuesta por Dios, respétala y hónrala, más hay una autoridad mayor Dios y su palabra (Sal. 19:7).


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