En la vida de todo creyente hay desiertos, valles, ríos, montañas y toda clase de elementos geográficos ilustrativos de lo que puede ser: vivir la vida. ¿Qué nos fortalece para superarlos? ¿Acaso será la palabra del domingo, los cientos de programas radiales cristianos, las miles de charlas que inundan la red o los millones de canciones de "alabanza y adoración" que están por todas partes?
Alguien podrá decir, con cierto grado de acierto: "sólo la palabra de Dios es mi fortaleza", y digo sólo con cierto grado, porque aunque tu y yo sabemos el poder que tiene la palabra, ésta, al igual que la dinamita, necesita un detonante; me explico: Dios te ha dado las promesas, ahí están para ti. Tu crees, tienes fe y actúas, pero ¿no te hace falta algo en esta ecuación?...¡claro!, la comunicación. ¿Cómo fue que recibiste las promesas, cómo creíste, de dónde vino tu fe y el valor para actuar?. Nada de esto hubiera sido posible si Dios no te lo comunica, si El no te lo imparte o lo deposita en ti.
No se puede quitar o restar importancia a la única y siempre fiel palabra de Dios. Esa no es mi intención. Antes bien hoy quiero enfatizar en el cuándo y cómo nos llegamos a ella para recibir el mensaje, aquello y Dios busca decirnos mediante ella... en la seguridad y fuerza que encontramos en ella (Sal. 119:49-50).
Porque en realidad no puedo decir que mi fortaleza la encuentro en sermones, charlas o canciones, aunque son momentos agradables, de enseñanza y alegría, no son por los cuales me levanto cada mañana y me siento fuerte para afrontar la vida. Lo que realmente me fortalece es el buscar a Dios cada mañana y agradecerle cada noche, es contarle mis tristezas, desganos, alegrías y proyectos, es sentirle y oírle cuando susurra "¿quién irá por nosotros?"...es saber que más allá de saber, El de verdad, conoce todo, absolutamente todo de mí.
No se trata de hablar y hablar como cotorra, se trata de comunicarse y para ello también es necesario escuchar, prestar atención y afinar el oído, es estar dispuesto a recibir muchos no como respuesta y estar presto a obedecer. No quieras tener un libreto o como Jesús les llamó: "vanas repeticiones", sé tú mismo y no pretendas engañarlo poniéndote máscaras de piedad con gemidos falsos y llanto fingido: Dios te conoce (Mat. 6:6)
Lo que me fortalece para todo un día es sólo un momento, cinco, diez o quince minutos de sinceridad, unos pocos instantes de palabras sin adornos, segundos valiosos de alma al desnudo, instantes enriquecedores ante el creador, delante de quien me hizo , me conoce y sabe qué quiero, mejor aún, qué necesito, quien me brinda toda la "unción" que requiero, la paz, sabiduría y entendimiento precisos y en justa medida...la fuerza y el valor para vivir (Sal. 91)
Lo que me fortalece definitivamente es mi momento íntimo con Dios, y a ti ¿qué te fortalece?.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentar es Bendecir.