Alguna vez te has preguntado: si fuera ciego ¿cómo seria mi vida?
Bueno, yo tengo, como todos, una frondosa imaginación y el hacerme esta pregunta me llevó a imaginarme, un día sin mis preciados ojos. A pensar cómo sería mi mundo... tal vez triste, oscuro, inquietante. El no poder ver a mis hijas, su rostro sonriente. Depender de algo o de alguien para desplazarme o simplemente para hacer mis actividades diarias...definitivamente algo doloroso, melancólico y frustrante.
Bien, en el mundo hay muchas personas invidentes, personas éstas que más allá de la tristeza, dolor, sufrimiento, barreras propias e impuestas por una sociedad excluyente, se han destacado por su gran desempeño, por lograr u obtener éxito dónde, aún personas que podrían considerarse “súper-dotadas”, han alcanzado siquiera asomarse. Una de ellas es Hellen keller: una niña que a causa de una enfermedad, perdió su visión y oído pero que, más allá de ser considerado como un impedimento, logró graduarse en la universidad, viajar por todo el mundo y escribir varios libros sobre sus experiencias, claro todo esto desde su perspectiva como persona invidente e hipoacusica.
Las personas invidentes o con alguna otra “desventaja” física, tienden a desarrollar sus otros sentidos más que aquellos considerados “normales”. Es así como alguien con deficiencia visual desarrolla tanto su tacto al punto de convertirlo, casi en sus ojos. Su oído también se sobre desarrolla permitiéndoles ubicarse al producir un golpe con su bastón convirtiéndose así en un radar que los protege de huecos y otros peligros en las calles. Otro sentido que se altera es su olfato y con este pueden saber y reconocer si pasan por una panadería, ferretería, venta de ropa etc., lo cual también les ayuda a ubicarse dentro de determinado espacio. Todo esto es sorprendente. Dios es perfecto y bueno con su creación ¿verdad?
Haciendo una comparación entre los invidentes y nosotros encontré una semejanza, ya que en algunos momentos o pasajes de nuestra vida sufrimos de ceguera espiritual y, tercamente, callamos al Espíritu Santo, quien vendría a ser ese bastón que nos ayuda a ubicarnos, acompañándonos a diario indicando el peligro o simplemente guiándonos hacia las cosas que debemos hacer. En ocasiones estamos tan ciegos, espiritualmente, que juzgamos a alguien solo por su apariencia física y callamos, otra vez, a nuestro amigo el Espíritu Santo, quien en la mayoría de éstos encuentros está indicándonos que debemos hablar, transmitir el amor que decimos tener por Dios y, se supone, nos llena; más siempre es más fácil encontrar una excusa, pensar en un después y marcharnos sin decir palabra.
Hoy Dios te invita a pensar, a reflexionar sobre la ceguera que puedes tener en tu vida. Reacciona y quita ya las vendas de tus ojos… déjate usar por el Espíritu Santo.
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